"Ya vienen las elecciones y todo el mundo viene a votar", cantaba la Faraona hace cuatro décadas en un tema que después muchos otros versionaron y no pocos han tatareado en cocina mientras se hacía el arreglo de un puchero. Lola Flores tenía una peculiar visión de la vida política, pero para montar un espectáculo sabía más que nadie, incluidos los partidos de todo el arco parlamentario.
Mucho antes del ejercicio del voto, que este año disfrutaremos varias veces, las diferentes opciones electorales montan sus espectáculos, tal como en la industria de la música o el teatro se hacen giras o a través de las redes sociales se realizan promociones de cualquier producto que ahora mismo se te venga a la cabeza. Y al igual que en esas ocasiones, las giras y promociones pueden tener mejores o peores resultados dependiendo de la programación, la publicidad o los discursos que hayamos programado.
Básicamente podemos encontrar dos maneras de comportamiento en estos casos. De una parte, aquellos que funcionan "a punta pala", es decir, actos masivos tipo plaza de toros con inundación de publicidad en cualquier formato VS aquellos que estudian el terreno, o sea, actos programados de envergadura media o baja con unas características diseñadas previamente.
Las agencias, consultoras y profesionales que nos dedicamos a la proyección de la imagen pública nos hemos decantado por la segunda opción en casi la totalidad de las ocasiones por diversos motivos, todos importantes, pero sobre todo por la clarificación del mensaje. Convencidos de que la política siempre ha de servir para algo concreto, los actos menudos (que no pequeños) ayudan a que los receptores del mensaje sepan realmente de qué le están hablando y cual es el alcance real de las propuestas.
Por el contrario, en un acto de exceso multitudinario, no encontraremos referencias concretas a los problemas diarios de ningún sector social o enfervorecidos discursos a favor de un plan determinado de actuación, sino generalidades que pueden quedar muy bien de cara a la galería. Siendo sinceros, el escenario es diferente y por lo tanto las intervenciones también han de serlo.
Pasa exactamente lo mismo con la difusión de los actos. Nadie sigue en directo la totalidad de una reunión de partido que dura todo el fin de semana, como tampoco lo hacen los medios de comunicación. Como mucho se verán los "directos" cuando hablen los líderes destacados y siempre y cuando se conozcan con anterioridad varias partes de los discursos que van a dar.
En cambio sí podemos desentrañar (carniceramente hablando) un acto con un aforo medido a través de multitud de herramientas de las redes sociales, y no solo de los directos, también de los personajes que acuden, el entorno social donde se realiza el acto o cada una de las promesas que se formularon en el atril, por poner varios ejemplos. Su repercusión social siempre será mayor porque, sencillamente, estará más estudiado.
Ahora bien, tengamos en cuenta que esto no son matemáticas y por lo tanto, todo se puede torcer en un caso o salir rematadamente bien en el contrario.
Un discurso soporífero, o dos, te pueden arruinar todo el acto que con tanto cariño habías preparado en la plaza de tu pueblo. La gente no saldrá contenta y por lo tanto tu repercusión social será bastante más modesta. Ocurrirá lo mismo si no has preparado con atención las imágenes, etiquetas o vídeos que tu y tus colaboradores vais a implementar para el antes y el después. Los directos, para el que no lo sepa, son ya imprescindibles. Una intervención que no se puede seguir en directo no existe.
O tal vez todo pueda dar un giro espectacular, te vistas para la ocasión, te lances a llenar una plaza de toros y tengas la mejor intervención de la historia haciendo ganar a tu partido sólo con tu discurso.
Claro que para eso tendrás que ser Lola Flores y haber perdido un pendiente... y me parece que no es el caso.
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