viernes, 16 de noviembre de 2012

La deriva

A pocos días de otro retroceso electoral, esta vez en uno de los bastiones históricos del socialismo, hemos comprobado como, en el fondo y en la forma, los dirigentes de la izquierda siguen sin un mensaje unitario frente a una derecha amarrada al poder cómo sólo ellos saben hacerlo.

Esta reflexión no es gratuita, es en realidad la constatación de un hecho que nos ha llevado a la peor situación política que ha vivido este país en décadas. El hecho es que se ha roto el equilibrio que tradicionalmente modera la vida de esta apasionada tierra.

Pienso que hay que alejarse de los discursos heroicistas, tipo aldea gala, dónde los pocos que resisten el embiste electoral del Partido Popular, sus medios económicos y sus apoyos en los medios de comunicación, dependen tan solo de la buena voluntad y juicio de los vecinos que saben, porque se informan, de la excelente gestión que reduce deudas y amplia servicios.

Esas buenas prácticas que han sido sustituidas por las buenas estrellas, evidenciando que algunos quieren cambiar el liderazgo de las ideas por el de las personas. Esa y no otra, es la batalla que no hemos terminado de librar.

La izquierda, única, plural, diversa y en exceso modesta, tanto aquí como en el resto de Europa, cuando se mira a sí misma no ha de hacerlo para exaltar éxitos pasados, sino para recabar las fuerzas precisas para los futuros, que son posibles y muy necesarios.

A veces, cuando no sabes a dónde tienes que ir, lo más sabio es quedarte dónde estás y esperar que el camino se ponga delante de ti. Esto ya está pasando, una vez más, la ciudadanía ha tomado la delantera a la clase dirigente y ha indicado hacia dónde tenemos que ir.

Todas las plataformas sociales que en los últimos tiempos han tomado la iniciativa son la luz, son el liderazgo que nos merecemos. Y el trabajo de la izquierda y por ende del socialismo, es hacer propios su trabajo, integrar sus estructuras y trasladar a las instituciones, a todas, las medidas, acciones y políticas que proponen.

Otro camino nos aleja del lugar al que pertenecemos, y ese, no voy a recorrerlo.