lunes, 24 de diciembre de 2012

Rebeldía como servicio público

Al tiempo que la ciencia, la tecnología y la filosofía avanzan en el transcurso del tiempo, son más los conocimientos que adquirimos. Unos los dejamos guardados en el cajón del "ya lo usaré" porque nos da miedo o porque realmente no sabemos para qué sirve. Otros, en cambio, son puestos en marcha de inmediato, sobre todo por cuánto puedan beneficiar a nuestros semejantes.

Esta obviedad no debería ser refutada si utilizamos la lógica. Y sin embargo, los principios generales llegan a la disolución más abyecta cuando en la fórmula incluimos el factor egoísta. El egoísmo, esa pútrida parte del antojo paternalista cutre y rancio de quién piensa que, si en lugar de ideas tienes billetes de 500, eres más importante. Tiene mucho que ver con el complejo de sentirse pequeñito e indefenso, es decir, con la cobardía que comparten la mayoría de quiénes ostentan el poder.

En efecto, la reacción a no consentir poner el conocimiento al servicio de los poderosos sale caro, como quién le quita una pelota a un niño que la siente de su propiedad. Solo que la rabieta se torna en multas, cárcel y amenazas de muerte cuando topamos con ciencia, tecnología o filosofía que liberan a parte de la humanidad de cadenas que parecían olvidadas.

Recapitulando en el tiempo, nos encontramos con el principio de transparencia informativa impuesta a los gobiernos por parte de la ciudadanía, la separación de poderes, la exigencia de la honestidad en el desempeño del servicio público por parte de los funcionarios del Estado, más aún, cuando estos son electos. 

Se trata de uno de los pocos inventos que respeto de la cultura anglosajona, sea bienvenida pues a esta breve disertación. La capacidad crítica y la humildad de aquellos que se piensan útiles a la sociedad en la que viven y, en consecuencia, no pueden más que cumplir el mandato para el que se han preparado. 

Por otro lado y de forma más reciente encontramos junto a este avance filosófico otro tecnológico, Internet. Sin describir las ventajas de esta herramienta en profundidad, parece sobrado decir que nos haya cambiado la vida a todos y para mejor. A no ser que seas un oscuro cateto que por "avance" entienda la nada desdeñable idea de pasar el fin de semana en un centro comercial.

Llegados a este punto y en nombre de la misma libertad de la que hablaba al comienzo, otros están a la caza y captura de señores como Assange (fundador de wikileaks y defendido por uno de los mejores jueces que ha tenido España, Baltasar Garzón), Falciani (el empleado de la todopoderosa banca suiza que huyó con las listas de propietarios del dinero sucio del mundo) o de Manning (el malogrado soldado americano que transmitió información por la que se pudo comprobar al existencia de cárceles de tortura en media Europa).

Por hacer memoria, el primero está retenido en la embajada de Ecuador en Londres, el segundo semiprivado de libertad en España y el tercero quién sabe si no aparecerá con un tiro en la nuca en cualquier celducha de Estados Unidos.

Los tres son personas que han defendido la libertad y que, por este acto, están siendo humillados de forma pública, a fin de que no puedan continuar con sus vidas ni con sus respectivas familias. En cambio, los responsables que aparecen en la información que han divulgado, y que ha servido para identificar miles de atrocidades, están alegremente campando a sus anchas. Muchos de ellos cometiendo los mismos viles y horrendos crímenes probados. 

La rebeldía es una actitud personal que desemboca en una forma de vida de aquellas personas que, comprometidas con el tiempo que les ha tocado vivir, se transforma en el servicio público, electo o no, de hacer una sociedad más justa, más libre, más decente. La rebeldía individual desemboca en la rebelión colectiva y ahí, somos muchos, los que no vamos a desfallecer denunciando las injusticias que esos cobardes de los que os hablaba, los de las primeras líneas, cometen a diario. 

No importa el tiempo que haga falta para conseguir vencer a los estrechos de mente, hay esperanza porque nosotros somos más y sobre todo, somos mejores.


sábado, 8 de diciembre de 2012

La Gran Pantomima

Nos atacan. Y como pueblo aguerrido estamos obligados a defendernos, arrimar el hombro que lo llaman. Es una obligación patria, que viene del comienzo de los tiempos y que tenemos grabada a fuego en el ADN, a la que no sabemos renunciar y sin la cual perderíamos un elemento que nos da, indescriptiblemente, una absurda seguridad.

Es curioso que, cuando nos fijamos en la forma de vida de quiénes dirigen de facto nuestra vida, no apreciamos este singular concepto de unidad nacional, que ellos mismos nos reclaman. Es pues, una reclamación valdía, por cuanto se demuestra inútil a efectos prácticos, y una proclama nefasta, pues en realidad nos conduce al extremo contrario del que en realidad debería.

No estoy, por tanto, en contra del concepto de unidad nacional "per se". De inicio, encaminando los esfuerzos demandados hacia un mayor nivel de vida, que además fuera exportable, como durante décadas lo ha sido al resto del mundo, sí podríamos hacer uso del concepto. Porque sí estamos hablando de una herramienta, una más, que como todas, bien usada da excelentes resultados. El uso contrario es el que conocemos todos.

Sí estoy, en consecuencia, constante y plenamente en contra, no sólo de la utilización maliciosa de los esfuerzos de todos, sino de la pobre actitud conformista de quién llama a la tristeza del "no podemos hacer nada".

La mejor de las maestras, la historia, nos ha demostrado que sí podemos, con el esfuerzo de todos, cambiar el rumbo de los acontecimientos y darles nuestra propia impronta. El sabor característico de los retos de altura, que no pasa nunca por confiar nuestro futuro a ese elenco de defraudadores de impuestos y vividores de mal llamar que sólo quieren llenarse los bolsillos a nuestra costa.

En ese lance está la lucha, no es otra la batalla que debemos darnos. Que nadie se engañe eligiendo entre lo malo o lo peor, porque la elección es otra. La elección es entre el progreso irrenunciable y la gran pantomima de quiénes nos repiten a diario: no hay más salida que ésta.

A quiénes flaquean en el esfuerzo, con la conciencia de no ser espartanos, hemos de recordarles que no están solos. Todos los que creemos en el compromiso social y el servicio público estaremos al pie del cañón para solidarizarnos con ellos.

No son palabras vacías, en estas líneas está el respeto por la vida de quiénes han perdido el trabajo, la casa, la posibilidad de seguir estudiando, de quién pasa hambre, de los enfermos, los mayores, los discapacitados y todos quiénes, sin "pedigree", hacemos todos los días, que esta tierra sea tan grande y tan bella para vivir.

Hagamos posible un futuro mejor, una forma mejor de vivir y para ello, no pongamos de guía a quiénes llenan los informativos con sus miserias. Nuestros sueños son el faro y sólo ante ellos hemos de responder.