domingo, 30 de noviembre de 2008

La Pulga Snob

Simplemente soberbio, acredito a LA PULGA SNOB como un enlace en mi lista de favoritos, recomendada visita quincenal que es cuando el "che" puede actualizar.

aquí, un delanto que también cuelga en mi fotolog de hoy:

sábado, 29 de noviembre de 2008

Donde habita el olvido

Dice José Antonio Pérez, en escolar.net y en mimesacojea.com:

Si todo marcha bien, en 30 o 40 años cerramos la Transición. Tampoco es plan de andarse ahora con prisas, entiéndame usted, no vaya a ser que la liemos por el camino y acabemos reabriendo viejas heridas. Porque España, ya sé habrá dado cuenta, es hemofílica perdida. Aquí coagulamos a cincuenta años vista, de ahí que todavía nos sangren las fosas, nos sangre ETA y nos sangren los crucifijos en las escuelas. Y de ahí que Rouco invoque el olvido para el perdón de la mitad de los pecados. Su mitad, claro.

De un tiempo a esta parte, además, la vanguardia literaria se ha instalado en la literatura histórica aportando un nuevo
ismo al asunto: el revisionismo. Se trata de una corriente posmoderna según la cual el golpe de Estado no fue tal golpe, sino un restablecimiento del natural orden de las cosas. Ríase usted de Duchamp y su urinario. Aquí los vanguardistas se mean directamente en los libros de Historia.

La Transición, dicen sus protagonistas, se hizo perfectamente bien; se hizo, matizan acto seguido, tan bien como pudo hacerse. Porque, si se fija usted, en esta España tan moderna y plural, tan paritaria y cívica, sigue habiendo ministros franquistas con despacho, fascistas predilectos y avenidas de José Antonio. En este país donde sangrarnos mutuamente, el pasado sigue siendo deporte nacional y el cinismo es la única burbuja que nunca pincha.

Quizá lo que necesitemos sea una regla nemotécnica para tener la memoria siempre engrasada. Bastaría, por ejemplo,
con asociar político de gafas ahumadas con hijoputa.

El problema es que la memoria, ya se sabe, es algo totalmente subjetivo. Tan subjetivo como decir que la Transición acabó en 1978. Tan subjetivo, fíjese qué cosa, como la Historia. Gran país, joder. Gran país.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Bolonia NO Gracias



Foto de la manifestación de hoy convocada por la Asamblea de Estudiantes de la Universidad de Murcia.

José Luis Pardo dice en ELPAIS.COM del Lunes 10 de Noviembre:

LA DESCOMPOSICIÓN DE LA UNIVERSIDAD.

Como sucede a menudo en política, la manera más segura de acallar toda resistencia contra un proceso regresivo y empobrecedor es exhibirlo ante la opinión pública de acuerdo con la demagógica estrategia que consiste en decirle a la gente, a propósito de tal proceso, exclusivamente lo que le agradará escuchar. Así, en el caso que nos ocupa, las autoridades encargadas de gestionar la reforma de las universidades que se está culminando en nuestro país -sea cual sea su lugar en el espectro político parlamentario- han presentado sistemáticamente este asunto como una saludable evolución al final de la cual se habrá conseguido que la práctica totalidad de los titulados superiores encuentren un empleo cualificado al acabar sus estudios, que los estudiantes puedan moverse libremente de una universidad europea a otra y que los diplomas expedidos por estas instituciones tengan la misma validez en todo el territorio de la Unión.

Una vez establecido propagandísticamente que el llamado "proceso de Bolonia" consiste en esto y solamente en esto, nada resulta más sencillo que estigmatizar a quienes tenemos reservas críticas contra ese proceso como una caterva de locos irresponsables que, ya sea por defender anacrónicos privilegios corporativistas o por pertenecer a las huestes antisistema del Doctor Maligno, quieren que siga aumentando el paro entre los licenciados y rechazan la homologación de títulos y las becas en el extranjero por pura perfidia burocrática. Vaya, pues, por adelantado que el autor de estas líneas también encuentra deseables esos objetivos así proclamados, y que si se tratase de ellos nada tendría que oponer a la presente transformación de los estudios superiores.

Sin embargo, lo que las autoridades políticas no dicen -y, seguramente, tampoco la opinión pública se muere por saberlo- es que bajo ese nombre pomposo se desarrolla en España una operación a la vez más simple y más compleja de reconversión cultural destinada a reducir drásticamente el tamaño de las universidades -y ello no por razones científicas, lo que acaso estuviera plenamente justificado, sino únicamente por motivos contables- y a someter enteramente su régimen de funcionamiento a las necesidades del mercado y a las exigencias de las empresas, futuras empleadoras de sus titulados; una operación que, por lo demás, se encuadra en el contexto generalizado de descomposición de las instituciones características del Estado social de derecho y que concuerda con otros ejemplos financieramente sangrantes de subordinación de las arcas públicas al beneficio privado a que estamos asistiendo últimamente.

Habrá muchos para quienes estas tres cosas (la disminución del espacio universitario, la desaparición de la autonomía académica frente al mercado y la liquidación del Estado social) resulten harto convenientes, pero es preferible llamar a las cosas por su nombre y no presentar como una "revolución pedagógica" o un radical y beneficioso "cambio de paradigma" lo que sólo es un ajuste duro y un zarpazo mortal para las estructuras de la enseñanza pública, así como tomar plena conciencia de las consecuencias que implican las decisiones que en este sentido se están tomando. De estas consecuencias querría destacar al menos las tres que siguen.


1. La "sociedad del conocimiento". Este sintagma, casi convertido en una marca publicitaria que designa el puerto en el que han de desembarcar las actuales reformas, esconde en su interior, por una parte, la sustitución de los contenidos cognoscitivos por sus contenedores, ya que se confunde -en un ejercicio de papanatismo simpar- la instalación de dispositivos tecnológicos de informática aplicada en todas las instituciones educativas con el progreso mismo de la ciencia, como si los ordenadores generasen espontáneamente sabiduría y no fuesen perfectamente compatibles con la estupidez, la falsedad y la mendacidad; y, por otra parte, el "conocimiento" así invocado, que ha perdido todo apellido que pudiera cualificarlo o concretarlo -como lo perdieron en su día las artes, oficios y profesiones para convertirse en lo que Marx llamaba "una gelatina de trabajo humano totalmente indiferenciado", calculable en dinero por unidad de tiempo-, es el dramático resultado de la destrucción de las articulaciones teóricas y doctrinales de la investigación científica para convertirlas en habilidades y destrezas cotizables en el mercado empresarial. La reciente adscripción de las universidades al ministerio de las empresas tecnológicas no anuncia únicamente la sustitución de la lógica del saber científico por la del beneficio empresarial en la distribución de conocimientos, sino la renuncia de los poderes públicos a dar prioridad a una enseñanza de calidad capaz de contrarrestar las consecuencias políticas de las desigualdades socioeconómicas.


2. El nuevo mercado del saber. Cuando los defensores de la "sociedad del conocimiento" (con Anthony Giddens a la cabeza) afirman que el mercado laboral del futuro requerirá una mayoría de trabajadores con educación superior, no están refiriéndose a un aumento de cualificación científica sino más bien a lo contrario, a la necesidad de rebajar la cualificación de la enseñanza superior para adaptarla a las cambiantes necesidades mercantiles; que se exija la descomposición de los saberes científicos que antes configuraban la enseñanza superior y su reducción a las competencias requeridas en cada caso por el mercado de trabajo, y que además se destine a los individuos a proseguir esta "educación superior" a lo largo de toda su vida laboral es algo ya de por sí suficientemente expresivo: solamente una mano de obra (o de "conocimiento") completamente descualificada necesita una permanente recualificación, y sólo ella es apta -es decir, lo suficientemente inepta- para recibirla. Acaso por ello la nueva enseñanza universitaria empieza ya a denominarse "educación postsecundaria", es decir, una continuación indefinida de la enseñanza media (cosa especialmente preocupante en este país, en donde la reforma universitaria está siguiendo los mismos principios seudopedagógicos que han hecho de la educación secundaria el conocido desastre en que hoy está convertida): como confiesa el propio Giddens, la enseñanza superior va perdiendo, como profesión, el atractivo que en otro tiempo tuvo para algunos jóvenes de su generación, frente a otros empleos en la industria o la banca; y lo va perdiendo en la medida en que el profesorado universitario se va convirtiendo en un subsector de la "producción de conocimientos" para la industria y la banca.


3. El ocaso de los estudios superiores. No es de extrañar, por ello, que el "proceso" -de un modo genuinamente autóctono que ya no puede escudarse en instancias "europeas"- culmine en el atentado contra la profesión de profesor de bachillerato que denunciaba el pasado 3 de noviembre el Manifiesto publicado en este mismo periódico: reconociendo implícitamente el fracaso antes incluso de su implantación, la administración educativa admite que los nuevos títulos no capacitan a los egresados para la docencia, salida profesional casi exclusiva de los estudiantes de humanidades; pero, en lugar de complementarlos mediante unos conocimientos avanzados que paliarían el déficit de los contenidos científicos recortados, sustituye estos por un curso de orientación psicopedagógica que condena a los profesores y alumnos de secundaria a la indigencia intelectual y supone la desaparición a medio plazo de los estudios universitarios superiores en humanidades, ya que quienes necesitarían cursarlos se verán empujados por la necesidad a renunciar a ellos a favor del cursillo pedagógico.

Todos los que trabajamos en ella sabemos que la universidad española necesita urgentemente una reforma que ataje sus muchos males, pero no es eso lo que ahora estamos haciendo, entre otras cosas porque nadie se ha molestado en hacer de ellos un verdadero diagnóstico. Lo único que por ahora estamos haciendo, bajo una vaga e incontrastable promesa de competitividad futura, es destruir, abaratar y desmontar lo que había, introducir en la universidad el mismo malestar y desánimo que reinan en los institutos de secundaria, y ello sin ninguna idea rectora de cuál pueda ser el modelo al que nos estamos desplazando, porque seguramente no hay tal cosa, a menos que la pobreza cultural y la degradación del conocimiento en mercancía sean para alguien un modelo a imitar.

José Luis Pardo es catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Clandestinos

Indescriptiblemente, TVE emitió ayer un documental sobre la tragedia de la inmigración ilegal descrita desde dentro.

La descripción de RTVE.es dice:

Documental único, obra del francés Dominique Mollard, quien, tras 26 meses de trabajo, logró embarcarse en un cayuco para retratar como nunca antes se había hecho -el combate a vida o muerte- al que se enfrentan miles de africanos que buscan una vida mejor más allá de nuestras costas. Pepa Bueno, entrevista al propio Mollard y a una de las pasajeras del cayuco. (ciertamente la entrevista fue soberbia)

Os dejo el enlace del video:

http://www.rtve.es/mediateca/videos/20081111/especial-documental-destinos-clandestinos/338407.shtml

No tiene desperdicio ninguno. Pásalo.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Cuenta Pedro Zerolo




En uno de mis últimos artículos denuncié el caso de Aisha Ibrahim. La información publicada hasta entonces decía que Aisha fue enterrada hasta el cuello y apedreada hasta su muerte. Que la ejecución fue llevada a cabo por más de cien hombres, y más de mil personas habían observaron esta manifestación de inhumanidad. Contaron que el apedreamiento fue lento y la agonía muy larga. Se decía que Aisha era una mujer somalí de 23 años y que había sido condenada a muerte por adulterio. Pues bien, la historia es peor aún si cabe.

Según ha revelado Amnistía Internacional y ha recogido el diario El País, Aisha tenía sólo 13 años. Era una niña que ni siquiera había alcanzado la adolescencia. Con engaños fue llevada a una playa donde tres hombres de un clan poderoso la violaron, uno detrás de otro, sin tener en cuenta ni su edad, ni sus ruegos y ni sus súplicas. Consiguieron, además, que después de que Aisha denunciara a sus tres violadores, retirara la denuncia bajo la promesa de dejarla regresar con su familia a Mogadiscio. Ella sólo quería volver a un lugar donde sentirse segura, al seno de una familia que le había aconsejado que denunciara a sus agresores, como finalmente así hizo. Y esto fue lo que la condujo a acabar dilapidada. De acuerdo con la nueva información, los familiares de sus agresores la convencieron para que acudiera al tribunal islámico, retirara su acusación y perdonara a los tres violadores. Le darían dinero para volver a su casa, le dijeron. Ella accedió, pensando que podría volver a ver a los suyos. Una vez retiró la acusación, los mismos familiares de los agresores acusaron a Aisha. Así Aisha, fue arrestada, acusada de adulterio, de mantener relaciones sexuales sin estar casada y de extorsión. La niña Aisha fue violada, engañada, falsamente acusada, juzgada sin garantía alguna y luego ejecutada, esto es, la mataron.

Coincido con David Copeman, adjunto de investigación y acción sobre Somalia de Amnistía Internacional: “No fue un acto de justicia ni una ejecución. Esa niña sufrió una muerte horrible a instancias de los grupos armados de oposición que actualmente controlan Kismayo. Este homicidio es otro abuso contra los derechos humanos cometido por los combatientes en el conflicto de Somalia y demuestra de nuevo la importancia de que la comunidad internacional actúe para investigar y documentar estos abusos a través de una Comisión Internacional de Investigación.”


Más en www.zerolo.es

miércoles, 5 de noviembre de 2008

martes, 4 de noviembre de 2008

Dice Iñigo Saez

Aquellos monárquicos con sus locos cacharros

En España no hay ni de lejos una mayoría de gente a favor de la vuelta de la República. Sencillamente, no está entre las prioridades de la gente. No condiciona el sentido del voto ni está habitualmente en las conversaciones de los bares. En España si no se habla de algo en los bares, es que no existe, es muy minoritario o es un tema que resulta incómodo.

Sin embargo, a veces parece que los monárquicos, los pocos que hay, están empeñados en que ocurra lo contrario. Es lo que me vino a la cabeza al leer en La Vanguardia la crónica firmada por Mariángel Alcázar. La periodista es una de esas personas que llevan cubriendo tanto tiempo las noticias de la Casa Real que han terminado por infiltrarse mentalmente en la institución. Tienen tanto respeto por las personas a las que siguen que en este caso son más de la Casa Real que de la empresa en la que están empleadas. Lo segundo es accesorio, lo primero es una misión.

Alcázar viene a describir el libro de Pilar Urbano como una trampa tendida por una periodista que es numeraria del Opus Dei "dispuesta a conducir a Doña Sofía por el buen camino". No es una frase aislada. También dice que que la reina "evidentemente no es del Opus Dei, pero en manos de Pilar Urbano, a veces, podía parecerlo" (en relación al primer libro). Y que Urbano "aprovechó la ocasión para tirarle de la lengua" o que "la condujo al terreno de su ideología religiosa". Más que la descripción de una entrevista, parece un interrogatorio. ¿Nadie oyó en la Zarzuela los gritos de dolor de la reina cuando era torturada?

Pero eso no es todo. No es lo más importante que una cronista real describa a la reina como una persona, digamos, no muy inteligente. Hay algo aún mejor. Esta periodista describe lo que ocurrió en la Zarzuela al recibirse el contenido del libro y la impresión que da es que hay clubes de fútbol de segunda división que están dirigidos por gente profesionalmente más preparada que la que rige los destinos de la Casa Real.

En primer lugar, el jefe de la Casa Real no se había enterado de nada sobre los numerosos contactos de la reina con Urbano. Me refiero al contenido de las conversaciones. Ni las había grabado, como mínimo para que el resultado de ellas quedara bien reflejado en el libro, ni al parecer había preguntado a la reina sobre ellas.

Y cuando ve el libro se queda obviamente sin palabras. Se produce una discusión y ganan los que están a favor de dar luz verde, que parecen ser "las personas más próximas a la Reina". Y al final, después de toda la polémica, "el Rey está que se sube por las paredes". No me extraña, porque se habrá dado cuenta de que está al frente de una banda de funcionarios tan poco competentes como descoordinados.

Vaya con el artículo de la cronista monárquica.

Por último, un apunte periodístico bastante divertido. En ese mismo ejemplar de La Vanguardia, el director del diario describe toda la polémica como "una algarabía" muy intensa en Madrid "de la que hay que mantener una saludable distancia". No pensaba que hablara en sentido geográfico.

Estaba equivocado. Hoy leo que también en La Vanguardia Enric Juliana vuelve a relacionar todo el follón con esas cosas que pasan en Madrid. Su tesis es que hay una conspiración para acabar con la monarquía. ¿Los rojos? ¿La izquierda que no reconoce las virtudes de la transición y el impagable papel jugado por el rey?

No, hombre, no. Es la derecha. "La derecha madrileña y madrileñizante" (lo primero sé lo que es, ¿pero lo segundo?). Y la trama tiene un objetivo concreto:

Hay gente en Madrid, gente relativamente influyente, que sueña con la implantación de una República presidencialista que ponga orden de una puñetera vez. Que embride a vascos y catalanes y acabe con el zoco regionalista. Que reforme la ley electoral. Que afiance el imperio de la lengua común y rescate las competencias en Educación en mala hora transferidas, dicen. Que restablezca el rumbo de la Nación. Gente que sueña, tras animada cena, con un castellano Sarkozy.
Como dicen en inglés, what the fuck?

Pero, tranquilos, no es una conspiración, dice Juliana, es "una cuerda que vibra. Una pulsión".

Así que la gente de derechas de Cataluña acusa a la gente de derechas de Madrid de atacar al rey para cargarse a los nacionalistas.

En fin, con monárquicos como éstos, tengo clara una cosa: la República sería mucho menos divertida.

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+ en guerra eterna...

domingo, 2 de noviembre de 2008

Escolar dice:

La Reina sale del armario:

El reino ideal de Sofía Margarita Viktoria Frideríki Glíxmpourgk no es esta España donde los homosexuales también tienen derecho al matrimonio, la religión es opcional en los colegios y a los niños les enseñan que el ser humano viene de la evolución, y no del paraíso. En el mundo de Sofía las leyes son naturales antes que leyes, aunque hay una que es sagrada: la Constitución. “No hay que ser republicano ni monárquico, sino cons-ti-tu-cio-na-lis-ta”, dice Pilar Urbano que dijo la reina “mientras con la yema del dedo medio marca cada una de las siete sílabas sobre el cerco metálico de la mesa”. Cons-ti-tu-cio-na-lis-ta. A la carta magna me encomiendo.

Si las opiniones sobre lo divino y lo humano las hubiese difundido el rey, habría incumplido el artículo 56 de la Constitución, donde se le asigna un papel de arbitraje y moderación que le impide lo que ha hecho su señora: tomar postura sobre temas que dividen la opinión pública, cuestionar las leyes aprobadas por el Parlamento y que él mismo firma. No ha hablado el rey, sino su esposa, pero ella tampoco es una ciudadana más. También aparece en la Cons-ti-tu-ción, donde se fija su papel como regente, y forma parte de la Corona, esa ins-ti-tu-ción a la que el Código Penal protege con especial dedicación. La reina Sofía tiene derecho a tener una opinión, pero no a difundirla. No se trata de que su visión sea de izquierdas o de derechas. Sería igual de grave si, en lugar de criticar políticas progresistas, se hubiese mostrado como la soberana más revolucionaria de palacio. A la institución que ella representa se le conceden muchos privilegios a cambio de pocas cosas. La fundamental: que respete la neutralidad política. Si quiere opinar de asuntos sensibles, algunos de ellos pendientes de resolución del Tribunal Cons-ti-tu-cio-nal, que antes dimita.

La reina ha hablado con tal desparpajo, con tal irresponsabilidad, que la Zarzuela ha intentado zanjar el patinazo con una explicación imposible, donde sólo faltan la clásica excusa del “error informático” y el perro que se come los deberes. La conversación privada más grande que vieron los tiempos consistió en 15 sesiones de trabajo y 638 preguntas por escrito de la que han salido nada menos que 320 páginas. Las inexactitudes no se encontraron a pesar de que Zarzuela revisó el texto durante cuatro días. Nadie dijo nada aunque la editorial Planeta, poco sospechosa de activismo republicano, envió tres copias previas a palacio para su visto bueno: una para la casa del rey, otra para la homenajeada y otra más para la secretaría de la reina. La autora tampoco es nueva en la corte. Pilar Urbano no sólo firmó una biografía de Sofía de Grecia donde toda la familia Borbón-Frideríki colaboró activamente, sino que también es amiga íntima de Laura Hurtado de Mendoza, miembro del Opus Dei como ella y secretaria personal de la reina desde 1970 hasta hace dos años, cuando se jubiló de forma pero no de facto.

A la vista de lo sucedido, la duda es qué ha podido pasar para que los mosqueteros reales permitiesen tamaño traspiés, que no beneficia nada el vals monárquico. Hay opiniones para todos los gustos, desde los que creen que la reina se ha desmelenado a los 70, que a la vejez viruelas, hasta los que buscan algún ajuste interno en la fontanería de la Zarzuela o, más que un tropezón, una zancadilla de la entrevistadora. Es difícil de saber con certeza, tal vez un poco de todo. Pero puestos a elucubrar, me quedo con la explicación más simple: se les pasó. No calcularon lo ofensivas que podían ser esas palabras para muchos de sus ‘súbditos’. En un ambiente conservador, como se presupone un palacio, ¿a quién le va a escandalizar que a la reina no le gusten las reinonas de las carrozas del orgullo gay? En realidad, ni siquiera es ésta la primera ocasión en la que la reina sale del armario y se muestra como lo que es, una persona profundamente conservadora. “La España que yo conocí, más que una dictadura, era una dictablanda”, dice la reina. “Franco era monárquico” explica Sofía, “un hombre sencillo, con ganas de agradar y muy tímido ”. “Era un dictador, pero no un tirano”, dice sobre el golpista acusado de crímenes contra la humanidad que sólo en la fosa común de Málaga enterró a más civiles, más de 5.000, que todas las víctimas del genocidio de Pinochet. Palabra real: “Mi marido fue tajante, desde el primer momento, diciendo: ‘Delante de mí no se habla mal de Franco”.

No se escandalicen, que ya no toca. Las citas no salen del último libro de Pilar Urbano sino de la biografía que publicó la misma autora hace 13 años. Como nadie protestó, la Casa Real no habló, en aquella ocasión, de conversaciones privadas inexactas.

Papelón no sólo de la reina, también de los políticos. En pocas semanas, el partido socialista obrero que fundó Pablo Iglesias ha salido en auxilio de la banca, del ejército y del rey. Sólo falta la Iglesia, Santiago y cierra España. En lugar de pedir a la Casa Real, a la que mantenemos con nuestros impuestos, que explique exactamente a qué inexactitudes se refiere o si el error es general, generalísimo, los dos grandes partidos se han enrocado en defensa de reina. Las críticas, tanto del PSOE como del PP, se las está llevando Esteban González Pons, verbo florido, verso suelto, pero que en esta ocasión ha dicho lo que deberían haber dicho todos los políticos: que “la institución no debe hablar”, que “el rey y la reina, si son, son como la bandera y a la bandera la vemos cumplir con su papel en los actos oficiales pero no hacer declaraciones no neutrales”.

Dice la Cons-ti-tu-ción que el rey es irresponsable. Fue un avance histórico, costó una invasión francesa de la mano del traidor Fernando VII. Artículo 64.2: “De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden”. De los actos de la reina, ¿quién se responsabiliza?

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Hoy en escolar.net ;)

sábado, 1 de noviembre de 2008

MARCO SCHWARTZ DICE:

En boca de Marco Schwartz, hoy en Público:


Si no se reconduce a tiempo, la ofensiva diplomática de Zapatero para acudir a la cumbre anticrisis del próximo día 15 seguirá alimentando debates superficiales sobre el grado de influencia internacional del presidente.

En este diario hemos defendido que España esté presente en la trascendental cita, desde la presunción, quizá demasiado optimista, de que en ella se decidirá el futuro modelo económico mundial. Lo que hay que evitar es que esa presencia -que la Moncloa da por segura- se convierta en un fin en sí mismo, como si la reunión de Washington fuese una de esas fiestas provincianas que sirven para diseñar un Quién es quién de la alta sociedad.


Según el diario Le Figaro, el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy -que tiene asegurado su cupo en la cumbre en su calidad de presidente de la UE-, cedería la silla de su país a España. El PP, que dice apoyar la asistencia de Zapatero al encuentro, ya se ha encargado de torpedear esa posibilidad al presentar la oferta de Sarkozy como una nueva humillación ante Francia, justo en el bicentenario del levantamiento de España contra el ejército napeoleónico.


Antes de que el debate degenere en sainete, sería interesante que Zapatero explicase para qué quiere exactamente estar en la reunión de EEUU; si lleva propuestas de calado que contribuyan de verdad a explorar un nuevo orden económico basado en algo más que las leyes del mercado; y si esas propuestas guardan alguna coherencia con las aspiraciones de la comunidad iberoamericana, a la que la diplomacia española ha recurrido para que respalde la pretensión de Zapatero de ir a la cita.

Además, el presidente está en mora de explicar por qué no ha reclamado, con el mismo vigor con que exige su silla en Washington, que sea la ONU la que organice un encuentro que tendría consecuencias para toda la humanidad. Pero, ¿se acuerda hoy alguien de esa institución?

El último gran negocio del franquismo