jueves, 13 de junio de 2019

Los medios también son marca

Volver a los medios es siempre una aventura que dispone cambiar horarios de vida, ya que uno no escribe siempre como quiere, te dan un espacio y un tiempo determinado y a eso te tienes que atener.

Pero sobre todo te invita a cambiar las percepciones que debes trasladar a quiénes son consumidores de medios, porque el lenguaje más académico y el análisis más equilibrado deben adaptarse a las inquietudes y necesidades del consumidor y del medio, que desde aceptas el encargo, ya son sólo uno.

No quiere decir esto que escribas a la carta, perdiendo tu punto de vista (habrá quién lo haga), ni tampoco ocultar o no mencionar datos y hechos que influyen en tu análisis. Significa que hay que dejar de lado la rimbombante y locuaz manera académica a la que mis pares nos tienen tan mal acostumbrados.

De manera habitual y no sólo en mi campo, los sesudos e interminables informes de catedráticos y meritorios profesores inundan todo tipo de espacios en medios tradicionales y digitales que no vienen a aportar más que el peso específico de quien lo firma. Creo que cada producto tiene su mercado y que un medio de comunicación también es una marca, por lo que hay que adaptar los contenidos de "nuestro producto" para que el mercado al que queremos dirigirnos pueda aceptar/comprar lo que le estamos tratando de hacer llegar, es decir, vender.

Hace un mes tuve el honor de incorporarme a las páginas de "eldiario.es" que en su versión de la Región de Murcia dirige Elisa Reche, para hacer el seguimiento de las aristas más llamativas de los comicios regionales. No es una labor periodística la mía, ese campo corresponde a otros profesionales del mundo de la comunicación, sino un trabajo analítico que pretende dar respuesta a las incógnitas más "coloridas" del ciclo político que nos ha tocado vivir... o padecer.

El resultado de este trabajo, en cinco entregas, lo podéis ver aquí:

https://www.eldiario.es/autores/julio_lopez_guillen/

El inicio de la nueva legislatura mandata que volvamos a adaptar el lenguaje y los objetivos, para que el servicio de los medios, que es siempre un servicio público, pueda seguir siendo fructífero. Mientras eso sucede, nos vemos en la tele... si tu quieres.


domingo, 7 de abril de 2019

Los primeros

Hablaba con algunos de mis amigos iberoamericanos acerca de las entradas que dejaban en sus redes sociales en las que pensaban sobre los conceptos izquierda/derecha en su continente.

La acción de gobierno de algunos dirigentes durante las últimas dos décadas han dejado una profunda marca en la primera generación de jóvenes del siglo 21. Los que ahora han comenzado a acceder a la totalidad de los derechos de ciudadanía, en especial al ejercicio del voto, han conocido casi en exclusiva a una hornada de gobiernos alineados con los postulados de la llamada izquierda iberoamericana. Con estos gobiernos crecieron y se han formado en sus diferentes visiones nacionales.

Esto explica que, mayoritariamente, el continente haya dado un vuelco político en los dos últimos años, cambiando el color político de la mayoría de los gobiernos. Este cambio es la consecuencia también del cambio de percepción de la generación inmediatamente anterior a la de los primeros jóvenes del siglo 21, es decir, la de sus hermanos mayores y/o sus padres. Éstos advirtieron el fracaso de las promesas de mejora nacional en demasiados territorios, siendo los casos más flagrantes la Venezuela de Chávez y Maduro y del Brasil de Lula y Dilma. Pero a los que debemos unir la corrupción galopante en Argentina, Ecuador, Perú o Nicaragua, que igualmente se daba en las anteriores.

Aquí, en honor a la verdad, debemos hacer un parón y recordar la ejemplaridad de gobiernos, también en la izquierda, que han revelado que nada tienen que ver con el desfalco realizado por sus vecinos y compañeros de camino. En este caso hablamos de Uruguay, Bolivia, Costa Rica y Chile, todos ellos aceptados internacionalmente como casos de estabilidad gubernamental y transparencia democrática.

Pero volvamos al primer bloque. Mis amigos, que crecieron viendo como las promesas para ellos y sus allegados más cercanos nunca se cumplieron, tildan de fracaso y error histórico la sola existencia del concepto "izquierda" y recelan, cuanto menos, de todo lo que tenga que ver con la familia progresista y socialdemócrata indistintamente del lugar del planeta del que estemos hablando.

Para poco o nada me ha servido tratar de explicar, por ningún método, que poco o nada tienen que ver las formaciones socialdemócratas europeas con el mal llamado "socialismo"de Maduro, o que Bolivia es en la práctica una desaforada economía de libre mercado por mucho que su presidente, Evo Morales, quiera situarse simbólicamente en la izquierda libertaria.

La negativa ya está dada y ahora, nada puedo hacer (mucho menos en la distancia) para explicar diferencias por muy grandes que éstas sean. Habrá de ser, una vez más, el tiempo el que moldee los matices y los pareceres de toda una generación de personas que se han sentido engañadas... por un atajo de ladrones. Desde la profunda amistad, no tengo más que acompañarles en ese camino.

Los amigos, como casi todo en la vida, los hay de todos los gustos. Y bien sabes que no con todos tus amigos puedes compartir las mismas inquietudes e ilusiones en cualquier ocasión.

Siempre habrá alguno que empatice más contigo en según qué tipo de cuestiones, como cuando sales de fiesta y tus amigos, algunos de ellos, lleven un plan tranquilo de bares o los que no conciban una salida de fin de semana sin el correspondiente baile y estancia en la discoteca de moda hasta las mil de la mañana.

Y está bien que así sea. La variedad hace que tu concepto de la sociedad y de la vida sea más real y por tanto, tu existencia sea más próxima a tus verdaderos intereses.

jueves, 4 de abril de 2019

Sí a la vida

Nos duele nuestra tierra. Es algo que tenemos enraizado en lo más profundo del alma y nos revolvemos cuando nos tocan lo que consideramos propio. A mí me pasa igual, más aun cuando se trata, no de tocarme la tierra, sino de destruirla.

Supongo que hay muchas formas de decirlo, pero en general, resulta desesperanzador que la clase política y empresarial no vea más allá del hormigón. Si bien es cierto que una ampliación de la terminal de carga de Cartagena en El Gorguell traería una revitalización económica de todo el sureste y de la Región de Murcia, no es menos cierto que el precio a pagar es, literalmente, arrasar la Sierra de la Fausilla y su entorno.

Esta comarca ya tiene grabadas a fuego tres heridas ambientales. La primera de ellas es la destrucción y deforestación de la Sierra Minera por la sobreexplotación de la misma; la segunda es la catástrofe ambiental de la Bahía de Portmán que nunca se irá de la memoria colectiva; la tercera es la nula planificación industrial que ya produjo en los años noventa que Cartagena reventara y que ahora, en otros parámetros, amenaza con destruir los aledaños de la ciudad portuaria.

Ya se hizo una oferta consistente a largo plazo como alternativa a la implantación de industria pesada. Esa opción, muy resumida, es la abertura de un corredor verde desde el término del Valle de Escombreras hasta La Manga del Mar Menor, indicando toda la zona como un pulmón en la costa y referenciándonos como un enclave natural donde poder ubicar turismo sostenible a gran escala.

Alojamientos turísticos, rutas de senderismo y bicicleta, restaurantes, reservas marítimas y parques naturales podrían formar un conjunto como joya de la corona del turismo en toda el área, aceptando, y ésto es lo que duele a muchos irresponsables, que Cartagena como polo industrial tiene una capacidad limitada y no debería excederla más de lo que ya lo está.

Esto en el fondo va sobre las capacidades que tenemos para enfrentar nuestro propio progreso. De cómo somos capaces de renunciar al largo plazo por habernos centrado en el cortoplacismo. Tal cual.

En el momento de redactar esta entrada había, en el mismo día, dos artículos en el mismo periódico sobre este tema. En uno se informa sobre la viabilidad de unos estudios para la adecuación de esa terminal al lugar donde pretende ser enclavado y en el otro sobre un incendio forestal en la misma zona. No es casualidad. Han sido muchos los intentos por arruinar ecológicamente este rincón del mundo, la mayoría de ellos a manos de "mandaos" por los que tienen intereses económicos en las recalificaciones y proyecciones industriales e inmobiliarias.

De momento tenemos la seguridad de la protección ambiental que diferentes Administraciones otorgan, pero la verdadera salvaguarda será la continua movilización vecinal y asociativa. La garantía de conservar nuestra tierra estará en el pronunciamiento personal de cada uno, de la valentía que tengamos para poder decirle a un poderoso grupo empresarial que sólo busca su propio beneficio:

"Hasta aquí. No más. No queremos ser tan ricos".


domingo, 24 de marzo de 2019

Que escándalo

No pensé que tuviera que volver a hacer esto. No creí que fuera necesario, pero sí. Llegan otra vez las horas en las que cada uno ha de asumir, en la medida de sus posibilidades, la responsabilidad de defender su propia dignidad individual y los derechos colectivos. Esta entrada, que en sus primeras líneas pudiera parecer sólo unas palabras grandilocuentes, no son más que una cuestión práctica.

Hace unos días subí una foto en ropa interior a la red IG, tampoco era la primera vez que lo hacía. Esa fotografía tenía una fecha y un texto. Pero al parecer todavía hay personas que no leen ni interactúan con quienes tienen agregados a sus redes sociales.

No hacía ni 24 horas que varios líderes de partidos políticos de mi país tuvieron la idea de proclamar, en varios medios de comunicación, que las personas LGTB no deberíamos tener acceso a la institución del matrimonio y, por tanto, según nuestra Constitución, no podríamos tener derechos plenamente equiparables al resto de la población. Decir esto, después de más 15 años de la reforma legal y el apoyo del Tribunal Constitucional, es un ataque frontal a la dignidad personal de quien crea en la libertad y en la dignidad colectiva de toda la ciudadanía. Ignorar ésto, ahora en 2019, es desconocer la realidad en la que se vive.

Igualmente, reprocharme personalmente en cualquier grado que publique este tipo de fotografías, acompañada de un texto que lo explica, es desconocer mi propia historia y mi compromiso con el activismo y la dignidad personal. Tuve la oportunidad y el honor, muy sufrido, de estar al frente durante más de una década, del movimiento LGTB en mi tierra y sigo llevando esa bandera con orgullo.

Pero este, incluso, no es el motivo que más me llama la atención. Uno de esos "reproches", me vino de alguien 20 años menor que yo y aludía (después de haber explicado todo lo anterior) a lo innecesario de este comportamiento por mi parte, es decir, que según él no se lucha por los derechos saliendo medio desnudo. Todo esto sin inmutarse previamente por sus propias fotos en verano que lucen mucho y más explícitamente que las mías, pero ejem... corramos un tupido velo y centrémonos.

Este mismo argumento, el del miedo a los cuerpos y el rechazo a lo explícito basándose además en una supuesta superioridad moral (como si tu no cagaras todos los días), es uno de los que me encontré al inicio de mi trayectoria asociativa.

Es evidente que seguiré subiendo las fotos que me plazca y cuando me plazca, y cuando se trate de alguna que pudiera herir la sensibilidad de cualquiera llevarán su correspondiente texto. Es evidente también, que esas mismas personas que reprochan una foto en bañador o ropa interior, no gustarán de otras manifestaciones visuales o artísticas que se vienen dando desde que existen registros de memoria de la humanidad, por ejemplo, en la Grecia clásica, el Renacimiento o la época del Pop y el Punk.

Hay que entender, finalmente, que detrás de cada imagen y publicación hay una historia y una razón. En mi caso están más que claras. Puedo disculpar el mal gusto, es algo intrínseco a la falta de formación, pero no sé hacer lo mismo, ni quiero, con la ignorancia y mucho menos con la displicencia.


lunes, 21 de enero de 2019

Intenta ser social

"Ya vienen las elecciones y todo el mundo viene a votar", cantaba la Faraona hace cuatro décadas en un tema que después muchos otros versionaron y no pocos han tatareado en cocina mientras se hacía el arreglo de un puchero. Lola Flores tenía una peculiar visión de la vida política, pero para montar un espectáculo sabía más que nadie, incluidos los partidos de todo el arco parlamentario.

Mucho antes del ejercicio del voto, que este año disfrutaremos varias veces, las diferentes opciones electorales montan sus espectáculos, tal como en la industria de la música o el teatro se hacen giras o a través de las redes sociales se realizan promociones de cualquier producto que ahora mismo se te venga a la cabeza. Y al igual que en esas ocasiones, las giras y promociones pueden tener mejores o peores resultados dependiendo de la programación, la publicidad o los discursos que hayamos programado.

Básicamente podemos encontrar dos maneras de comportamiento en estos casos. De una parte, aquellos que funcionan "a punta pala", es decir, actos masivos tipo plaza de toros con inundación de publicidad en cualquier formato VS aquellos que estudian el terreno, o sea, actos programados de envergadura media o baja con unas características diseñadas previamente.

Las agencias, consultoras y profesionales que nos dedicamos a la proyección de la imagen pública nos hemos decantado por la segunda opción en casi la totalidad de las ocasiones por diversos motivos, todos importantes, pero sobre todo por la clarificación del mensaje. Convencidos de que la política siempre ha de servir para algo concreto, los actos menudos (que no pequeños) ayudan a que los receptores del mensaje sepan realmente de qué le están hablando y cual es el alcance real de las propuestas.

Por el contrario, en un acto de exceso multitudinario, no encontraremos referencias concretas a los problemas diarios de ningún sector social o enfervorecidos discursos a favor de un plan determinado de actuación, sino generalidades que pueden quedar muy bien de cara a la galería. Siendo sinceros, el escenario es diferente y por lo tanto las intervenciones también han de serlo.

Pasa exactamente lo mismo con la difusión de los actos. Nadie sigue en directo la totalidad de una reunión de partido que dura todo el fin de semana, como tampoco lo hacen los medios de comunicación. Como mucho se verán los "directos" cuando hablen los líderes destacados y siempre y cuando se conozcan con anterioridad varias partes de los discursos que van a dar.

En cambio sí podemos desentrañar (carniceramente hablando) un acto con un aforo medido a través de multitud de herramientas de las redes sociales, y no solo de los directos, también de los personajes que acuden, el entorno social donde se realiza el acto o cada una de las promesas que se formularon en el atril, por poner varios ejemplos. Su repercusión social siempre será mayor porque, sencillamente, estará más estudiado.

Ahora bien, tengamos en cuenta que esto no son matemáticas y por lo tanto, todo se puede torcer en un caso o salir rematadamente bien en el contrario.

Un discurso soporífero, o dos, te pueden arruinar todo el acto que con tanto cariño habías preparado en la plaza de tu pueblo. La gente no saldrá contenta y por lo tanto tu repercusión social será bastante más modesta. Ocurrirá lo mismo si no has preparado con atención las imágenes, etiquetas o vídeos que tu y tus colaboradores vais a implementar para el antes y el después. Los directos, para el que no lo sepa, son ya imprescindibles. Una intervención que no se puede seguir en directo no existe.

O tal vez todo pueda dar un giro espectacular, te vistas para la ocasión, te lances a llenar una plaza de toros y tengas la mejor intervención de la historia haciendo ganar a tu partido sólo con tu discurso.

Claro que para eso tendrás que ser Lola Flores y haber perdido un pendiente... y me parece que no es el caso.