sábado, 2 de mayo de 2015

SOS 4.8. De Entrada NO, por favor.

Son muchos los años que veo como el fenómeno y los fans del festival SOS, inunda toda la parrilla cultural de la Región, desde los eventos propios que rodean y conforman el mismo, pasando por las redes sociales hasta las conversaciones de las semanas previas.

No he considerado nunca, tampoco ahora, de sustancial importancia ningún evento, como para llegar a eclipsar al resto del panorama cultural. Aunque parezca, por inundación mediática, todo lo contrario. Cuando se centraliza o se focaliza toda la atención en un mismo punto, corremos el riesgo de olvidarnos de todo lo demás, a menudo, de todo lo importante.

Existen para mi tres razones fundamentales por las cuáles no me gusta, deploro y no participo de este evento, tal y como está concebido. Sin duda puede ser razones discutibles, pero son las mías:

En primer lugar no puedo asistir a este festival, porque con su organización y realización, se detraen ingentes recursos públicos que bien hacen falta en otras parcelas de la cultura, que están desde hace los mismos años, bien identificadas, como son las bibliotecas públicas (exhaustas de fondos) o la red de museos y sitios de interés turístico de la Región (sin el suficiente personal cualificado, llegado a ser atendido por voluntariado). Considerar preferente la realización del SOS, mientras siguen esquilmadas las manifestaciones culturales propias de la Región y el acceso a la cultura es restringido porque la población subsiste con niveles de pobreza por encima de la media nacional, es una obscenidad ética y política inaceptable.

Después podríamos entrar a analizar el "portentoso" cartel de participantes, pero como eso entra en lo mas profundo de la subjetividad ni siquiera me voy a detener en el mismo. Lo que sí recogeré en este post, son las numerosas ocasiones en las que se ha abogado por traer a primera línea a grupos de la Región, siempre en vano.

En segundo lugar, si la atención de las instituciones públicas fuera real, no habría lugar para el desmedido, a todas luces, aumento de tráfico y consumo de sustancias poco recomendables para la salud pública, al que se hace, en mi opinión, la vista gorda en pro de no causar demasiados estragos a parte de los asistentes al festival.

Ni que decir tiene que el control acústico del evento es inexistente, por lo que las quejas y denuncias de los vecinos de los escenarios se siguen repitiendo, como cada año se repite el propio festival.

En tercer y último lugar lugar, y este sí es un punto por absoluto personal, siempre he defendido que los acontecimientos cerrados y extremadamente multitudinarios, destilan un tufo a aborregamiento propio de otros tiempos, que no casa con casi ninguno de los intereses últimos que persigue la cultura.

Es por ello por lo que, a falta de reestructurar la dinámica de este festival, ni he asistido ni lo haré.

Disculpen las molestias.