viernes, 25 de noviembre de 2011

No perdemos nada

Dicho y hecho.

Cuando a finales del siglo 19 empezábamos a experimentar la importancia del Estado del Bienestar, ya algunos de sus partidarios y detractores anunciaron que no duraría para siempre. La cuestión clave de ese momento no fueron los logros tangibles de las centrales de trabajadores (8 horas laborales, maternidades, guarderías, universalidad de la educación y la sanidad, etc) sino la novedad de la organización de los mismos.

Porque estas aspiraciones convertidas en realidad no fueron inventadas en esos años, sino que venían siendo demandadas desde hacía siglos. El pensamiento humanista, el movimiento antiesclavista o las primeras sufragistas ya pusieron las primeras cartas encima de la mesa. Fueron después las organizaciones obreras las que sorprendieron al poder con sus acciones de resistencia y acción política.

Ahora estamos en la misma tesitura. Gran oportunidad pues para los historiadores (que la historia siempre se repite) la que tenemos delante para saber que es lo que probablemente acabará pasando.

Consolidados los movimientos sociales de todo tipo tendremos que avanzar en el tiempo hasta la Segunda Guerra Mundial para comprender la situación actual. El conflicto internacional que más desgarros ha producido al planeta fue el punto de inflexión también para la organización política que nos hemos dado, por su magnitud, consecuencias y variables.

Cuando todo estuvo parado, fue la ocasión perfecta para que reaccionaran las élites del poder (las únicas que podían moverse) y fue entonces cuando empezó a gestarse la contestación mundial al Estado del Bienestar.

La división en bloques políticos, descolonización completa de Asia y África, el surgimiento de las dictaduras latinoamericanas y la creación de las grandes esferas económicas mundiales fueron los pasos a seguir. No sólo fue el FMI, la ONU o en Banco Mundial, sino instrumentos menos palpables como el Club Bilderberg, los que aunaron a los poderosos en defensa de sus prebendas.

El ataque directo llegó a finales de los años 1970, principios de los 80 (la era Reagan-Thatcher) cuando todos pudieron palpar el frenazo y marcha atrás de las conquistas sociales que habían caracterizado todo el siglo anterior. Y ahora podemos calibrar el alcance de este ataque, desmantelando los instrumentos de control del capital que tenemos y que nos han ayudado a que las injusticias, si bien seguíen siendo enormes, podían ir corrigiéndose con lentitud pero sin dilación, lo que de toda la vida habíamos conocido como "sin prisa pero sin pausa".

La deuda, los bonos, el cambio moneda y todos los demás son viejos conocidos del mercado financiero, nos on nuevos, no es de ahora. Lo que sí es nuevo es la forma de organización de los poderosos. Nosotros, los pobres, seguimos con la misma organización que teníamos hace más de 140 años.

Pienso pues que no perdemos nada en buscar de inmediato, tras las reflexiones de todos los pensadores de nuestra reciente historia(Gandhi, Luther King, o más de cerca Jose Luis Sampedro) otras formas de organización que nos lleven a expandir el Estado del Bienestar y exportarlo a los nuevos espacios que lo estñan pidiendo a gritos, como es su implantación en Oriente Medio, Magreb y Asia o su consolidación en América Latina.

Esta todo escrito, no hay que buscar nuevas fórmulas maravillosas para implementar esta idea. Solo hay que ir a la biblioteca y ponerse a trabajar, a no ser que nos las privaticen, mientras que eso no suceda nos queda, al menos, otra oportunidad.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Pase lo que pase

Hay quien dice que estos comicios que se nos vienen encima en unos días son pocos trascendentales y que de ahí el perfil bajo de la campaña electoral que estamos viviendo.

Hay quien afirma, por el contrario, que son de las mas trascendentales de las que hemos tenido en nuesrea joven democracia y que, poco menos, que nos lo jugamos todo a una carta (o a dos, Rubalcaba y Rajoy).

Entre las dos variables de los extremos de la trascendencia hay pocas cosas certeras, quizá la más evidente sea una necesaria nueva vida democrática en este país. Una regeneración de ideas impulsada por la indignación ciudadana y que ya ningún partido que se precie de serlo (esto excluye a algunos como al PP) puede esquivar.

El compromiso de la democracia participativa ha empezado su camino, que será bien largo, y que nos llevará inevitablemente hacia cosas tan ajenas para nosotros como son las consultas populares, las listas abiertas, las auditorias externas, los compromisos de transparencia... y un sinfín de figuras legales que hasta ahora veíamos con envidia en los referentes nórdicos o centroeuropeos.

Inevitable será también combinar estos pasos con la recuperación de la dignidad ecnonómica y que sean los estados los que marquen las normas de juego, y no las empresas multinacionales que solo representan intereses particulares. Y tanto como inevitable, inexcusable.

Porque este es el verdadero reto, resistir el ataque frontal al Estado del Bienestar, siendo críticos y participativos. Llega el momento de ser más generoso que nunca, porque lo contrario será ser tan ciegos como siempre.