jueves, 19 de enero de 2012

Fantasía de PSOE

Érase una vez un partido superdemocrático que se olvidó que hace la pila de años sacó millones de votos y más de 200 escaños en el parlamento. Lo ganaba todo, aunque presentara escobas en los carteles (que de hecho alguna presentó) pero pasaron los años y como todo en la vida se acabó, su buena suerte tornó y ahora se relamía las heridas en la oposición.

Ese partido superdemocrático se fijó en lo que decía la gente por la calle y dijo de volver, no a conectar con la gente, sino a ser el partido de la gente, motivo por el cual siempre había ganado antes.

Y entonces abrió sus locales a todo el mundo sin importar de dónde viniera, eliminó su estructura piramidal y convocó primarias en las que podía participar hasta el último de los vecinos del pueblo.

Ese partido se lanzó un congreso donde aprobaron un montón de colores para su bandera, una gran bandera repleta de sueños e ilusiones para llevar a su país a primera línea del bienestar y el progreso. El verde y el rojo, el azul y el rosa, el amarillo y el blanco se mezclaban con multitud de tonalidades que venían de todas partes y así, una vez más, tomaron el liderazgo.

Pusieron al frente a caras conocidas y nuevas que transmitían ilusión por el futuro, que con una sonrisa conseguía explicar el proyecto que entre todos habían ideado.

En ese partido superdemocrático ya no pesaban los territorios ni las sillas, no valía más que la honestidad y la humildad. Por lo que todos los votos y las opiniones eran iguales, abiertos, sinceros y recogiendo en todo momento el sentir de la ciudadanía.

Y lo hicieron porque ahora ya no serían más 110, eran millones, volvían a ser mayoría.

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