jueves, 4 de abril de 2019

Sí a la vida

Nos duele nuestra tierra. Es algo que tenemos enraizado en lo más profundo del alma y nos revolvemos cuando nos tocan lo que consideramos propio. A mí me pasa igual, más aun cuando se trata, no de tocarme la tierra, sino de destruirla.

Supongo que hay muchas formas de decirlo, pero en general, resulta desesperanzador que la clase política y empresarial no vea más allá del hormigón. Si bien es cierto que una ampliación de la terminal de carga de Cartagena en El Gorguell traería una revitalización económica de todo el sureste y de la Región de Murcia, no es menos cierto que el precio a pagar es, literalmente, arrasar la Sierra de la Fausilla y su entorno.

Esta comarca ya tiene grabadas a fuego tres heridas ambientales. La primera de ellas es la destrucción y deforestación de la Sierra Minera por la sobreexplotación de la misma; la segunda es la catástrofe ambiental de la Bahía de Portmán que nunca se irá de la memoria colectiva; la tercera es la nula planificación industrial que ya produjo en los años noventa que Cartagena reventara y que ahora, en otros parámetros, amenaza con destruir los aledaños de la ciudad portuaria.

Ya se hizo una oferta consistente a largo plazo como alternativa a la implantación de industria pesada. Esa opción, muy resumida, es la abertura de un corredor verde desde el término del Valle de Escombreras hasta La Manga del Mar Menor, indicando toda la zona como un pulmón en la costa y referenciándonos como un enclave natural donde poder ubicar turismo sostenible a gran escala.

Alojamientos turísticos, rutas de senderismo y bicicleta, restaurantes, reservas marítimas y parques naturales podrían formar un conjunto como joya de la corona del turismo en toda el área, aceptando, y ésto es lo que duele a muchos irresponsables, que Cartagena como polo industrial tiene una capacidad limitada y no debería excederla más de lo que ya lo está.

Esto en el fondo va sobre las capacidades que tenemos para enfrentar nuestro propio progreso. De cómo somos capaces de renunciar al largo plazo por habernos centrado en el cortoplacismo. Tal cual.

En el momento de redactar esta entrada había, en el mismo día, dos artículos en el mismo periódico sobre este tema. En uno se informa sobre la viabilidad de unos estudios para la adecuación de esa terminal al lugar donde pretende ser enclavado y en el otro sobre un incendio forestal en la misma zona. No es casualidad. Han sido muchos los intentos por arruinar ecológicamente este rincón del mundo, la mayoría de ellos a manos de "mandaos" por los que tienen intereses económicos en las recalificaciones y proyecciones industriales e inmobiliarias.

De momento tenemos la seguridad de la protección ambiental que diferentes Administraciones otorgan, pero la verdadera salvaguarda será la continua movilización vecinal y asociativa. La garantía de conservar nuestra tierra estará en el pronunciamiento personal de cada uno, de la valentía que tengamos para poder decirle a un poderoso grupo empresarial que sólo busca su propio beneficio:

"Hasta aquí. No más. No queremos ser tan ricos".


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