miércoles, 13 de abril de 2011

No pienso pedir perdón

La juventud, esta generación que desde los 16 hasta los 30 y pocos es en estos momentos la que peor lo está pasando porque no sabe donde va a ir a parar, aunque lo más probable tal y como pintan las cosas acaben en el garete.

Decían cerca de donde vivo que aquellos que piensen quedarse en Europa en los próximos 10 años, sin tener un puesto de trabajo en la administración o un enchufe que te cagas en la empresa privada, están locos de atar.

No es una conclusión descabellada teniendo en cuenta la que está cayendo. Que es grande y que preocupa al común de los mortales. Nada de extrañar cuando vemos que las compañías que causaron esta oleada de catástrofes financieras, bancarias, laborales, políticas o como "mierda" quieran llamarse, siguen ganando dinero a mansalva y sus directivos igual y siguen viviendo mejor y más que el resto del orbe.

A falta de que la socialdemocracia a nivel mundial dé una respuesta conjunta a este ataque directo al Estado del Bienestar, la juventud ha salido a la calle para aporrear lo que haga falta. Los entiendo y comparto hasta el último de sus locos carteles, no podría ser de otra forma ya que su frustración es la de millones de personas en toda Europa, este viejo continente que sigue ofreciendo viejas respuestas a nuevos problemas.

Y como ellos, no pienso pedir perdón por demandar del sistema que mantengo con mi trabajo, mi esfuerzo y mis convicciones una casa, un curro decente, un vecindario seguro, una pensión que no de pena y ese largo elenco de cuestiones que hemos sancionado en nuestras leyes y constituciones políticas y que están PARA CUMPLIRSE.

En ese camino están Enrique Pérez (22 años), que con contrato de Becario trabaja como Ingeniero, o Armando Levante (22 años) que pronto se irá de españa porque aquí no encuentra un trabajo dignamente remunerado, o Miriam Sánchez (26 años) Autónoma que va peligrar su joven empresa o Daniel Herrera (22 años) que hechando cuentas piensa que no le da suficiente para llegar a una jubilación satisfactoria.

Y tienen todo el derecho a pensarlo, porque la política que nos ha llevado a esta situación, la más conservadora y retrógrada, es la que impone su criterio en Europa.

Las estructuras finalmente se construyen desde abajo. Por eso tenemos una oportunidad única para que el próximo 22 de Mayo empecemos a cambiar desde los municipios y regiones el color de nuestras decisiones, pasando a una actitud progresista y de defensa de las libertades y los derechos civiles. Y pronto, muy pronto, más de lo que pensamos, también cambiar el color de quienes mandan en este viejo continente, con viejas ideas para los nuevos problemas.

Hay que darle la vuelta.

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