domingo, 23 de septiembre de 2012

Pobre Universidad (II)

Quiénes en días anteriores, precipitaron la suspensión de los actos de apertura del curso académico, en presencia de la plana mayor de las autoridades en sus respectivos territorios, también forman parte de la universidad pública. Se olvida el Profesor Pozuelo, en su apasionado análisis y conclusión, que el foro que con tanto cariño recuerda en los tiempos pre-democráticos, nada tienen que ver con los que actualmente vivimos.

Si bien es cierto que no puedo más que coincidir en que la universidad pública ha de ser un espacio de libertades, de debate y conciliación de posturas en principio divergentes, no es menos cierto que la universidad ahora, no es eso, ni mucho menos, y que el modelo que ensalza, como decía, no se parece al que da por hecho en su artículo de opinión. Opiniones tenemos todos y en la universidad, todas son igualmente válidas. Siempre y cuando tengan las mismas posibilidades de difusión y debate. Me temo que no siempre ha sido así.

No voy a cargar tintas contra el equipo rectoral, más de lo que ya lo hice en tiempos pasados, pues como representantes últimos de la universidad pública, buena cuenta tienen que dar de la gestión que hacen de los recursos públicos y de las aspiraciones de miles de personas que con esfuerzo, mucho esfuerzo, amplian su formación académica, alumnado y profesores, y que, trabajando con dedicación impagable, hacen que vivamos en un mundo mejor.

La situación que vive ahora mismo la universidad pública es responsabilidad de todos, en primer lugar de un gobierno que no cree en las oportunidades de todos, menos aún de los hijos de los obreros. Y también de los que día tras día, gestionan la vida en la universidad, equipo rectoral incluído.

Sin desmerecer ni poner en tela de juicio los argumentos de respeto y crítica legítima, si quiero en cambio volver la vista a quiénes, en una situación de completa desesperación no pueden, repito, no pueden, hacer frente a las aspiraciones que mencionaba anteriormente. Y no pueden porque tienen que pagar unas matrículas inasumibles o porque sus horarios laborables ya no representan unos salarios si quiera aceptables.

Alumnos, personal de investigación, administración y servicios, y profesores sin cátedra también somos universidad, también participamos de querer un futuro mejor y también estamos indignados con situaciones injustas, la primera de ellas y sin duda la más importante, la que antes he descrito, el fracaso de un plan de vida porque la clase dirigente cercena cualquier atisbo de mejora.

No es pues, de recibo, despacharse con regusto a grito de "mamporreros" contra quiénes sí se han plantado y ofrecido su total resistencia a un panorama desolador. Porque otros, en cambio, siguen firmando lo que les llega de San Esteban, acuden a actos de apertura o son jurado de premios, y en base a esto deberá ser cierto que no todos podemos tener una cátedra, pero también deberá ser cierto que todos podemos  hacer con dignidad nuestro plan de vida.

Señalar con el dedo a los débiles que gritan por su futuro, y hacerlo desde la seguridad de un sueldo vitalicio, sin fijar la vista en los causantes de su malestar, dice más del viciado aire de los despachos que del aire fresco que se respira en la calle. Hay que salir más a pasear.

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