jueves, 19 de abril de 2012

Soy yo quien elige

Una de las grandes ventajas de vivir solo es que tienes mucho tiempo para pensar, a veces incluso demasiado. Y además, una vez que te acostumbras, es practicamente imposible volver atrás.

Ya no quieres compartir tu espacio con nacie que no venga con la etiqueta de prestado, adoptas un modus operandi que te resuelve los problemas más rápido, porque sencillamente no los tienes que consultar.

¿Es un acto forzado de egoísmo o una manera de crecer personalmente? Esa es la diatriba en la que me sitúo pues...¿ qué hace um hombre del sur como yo, al que se le presupone la mayor de las vidas sociales por ser de dónde es, con un apartamento para él solo?

Cualquier diría "pues llenarla de gente" y eso es efectivamente lo que hago siempre que tengo ocasión y el día no me deja muerto, llenarla de gente, siempre y cuando vengan de prestado, es decir, sé que vuelven a irse y eso, tengo que admitir, no me produce tristeza, sino que me llena de un profundo sentimiento de libertad.

Es como el primer paso de la independecia, a pesar de que las facturas las siga pagando a medias con mucha gente (la familia, el Estado) y de que, cada vez que se me rompe algo le hago una foto y se la enseño a mi madre o a un amigo a través de internet para que me diga como tengo que arreglarlo.

Mirando por los grandes ventanales que me regaló este apartamento dónde vivo, no dejo de preguntarme cual será mi siguiente cubículo, a dónde iré a parar en unos meses sabiendo como sé que me piro de Portugal y que cuando vuelva (que volveré) será como un simple turista.

Esa duda, aun lejos en el tiempo de resolverse, tampoco me da miedo ni me causa incertumbre, es para mí una prueba irrefutable de que sigo vivo, de que sigo creciendo, es un chute más de libertad.

Por eso, navegantes, no sufran por vivir solos o dormir solos, disfruten de su libertad al máximo, porque ser libre no significa quedarse ajeno a todo, sino todo lo contrario, compartir tu espacio con quién tu eliges.


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