miércoles, 18 de abril de 2012

Yo también soy un elefante.

El rey ha pedido disculpas por lo acontecido en África hace unos días. He visto la declaración en los medios y me ha parecido sincero y apenado. Por mí es más que suficiente.

El Jefe del Estado se pasó tres pueblos y medio en formas y fondo. Ha tenido que rectificar y más allá de las disculpas, que son bienvenidas, tendrá que reparar o abdicar, de otra forma no se entendería que aceptaramos las disculpas en un momento como este.

El reparo puede venir de muchas formas, pero el principio indiscutible será una larga y concisa explicación por parte de la Casa Real. Si tan demandada es esta actitud es sólo por una razon, la ciudadanía quiere estar de su parte, pero necesita argumentos para no pedir la cabeza del monarca, o mejor dicho, la corona.

Es necesario también por la fuerza de la propia institución de la jefatura del estado, que en estos días ha querido ser mezclada (aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid) con un escandaloso lío de faldas, como si a los demás nos importara de quién está enamorado el rey.

A final de las cuentas, nos sale el sentido común de toda esta historia y nos podemos dar cuenta de que lo que hemos perdido es insustituible y mucho más preciado que el orgullo patrio, porque de eso nos sobra. Hemos perdido algo que está en peligro de extinción, un elefante.

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