miércoles, 27 de febrero de 2013

Toros en la Asamblea Regional

Tan cerca estamos de que la mal llamada "Fiesta Nacional" desaparezca, que ya son muchas las iniciativas que con recelo patrio y oportunismo político salen a escena para la defensa de su perpetuidad.

La Tauromaquia, tal y como la conocemos hoy día en España, ha sido, como todos los festejos, pieza de evolución a lo largo de la historia. Y su consideración como bien común, cualquiera que fuese la acepción jurídica del término, es diferente dependiendo de dónde nos encontremos.

De forma reciente, algunos colectivos y partidos políticos, han realizado un brindis al sol para que la máxima instancia en defensa de la cultura, la UNESCO, se mojase y tomara partido por quiénes entienden que sacrificar a un animal en una plaza, fuera considerado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

El desconocimiento de las bases y conceptos internacionales, así como de la legislación también internacional al respecto es tal, que insulta la labor de todos aquellos profesionales que, desde el ámbito de la Gestión del Patrimonio, dedican su tiempo a la catalogación de todo aquello que es parte indisoluble de la realidad vital de pueblos y comunidades.

Toda la regulación que Naciones Unidas, a través de su agencia UNESCO, referente a la conservación y protección del patrimonio cultural, especifica de una u otra forma, que aquellos bienes sujetos a estudio para obtener la catalogación internacional, han de ser, entre otras muchas cosas, exportables o si lo queremos hacer más térreo, extrapolables.

Podríamos así hablar del silbido gomero, o del tribunal de hombres buenos, en otros territorios, puesto que su vigilancia científica y ética no aporta elementos de disensión ni en su propio territorio ni en ningún otro dónde se implementasen estas tradiciones. Y tan solo podríamos debatir sobre la oportunidad o relevancia de la significación que queremos darle.

No es así con la Tauromaquia, un espectáculo siempre debatido, siempre contestado y abocado a la desaparición tanto en cuanto sigan muriendo animales en la plaza, o cuando menos, siendo humillados en ella. Ni el propio defensor del toreo niega ya este extremo (es un hecho que existe la muerte y que ésta es celebrada) y ningún científico del sector, como lo son los veterinarios, niega que el toro sufra estrés y otras serias afecciones cardiorespiratorias durante la lidia.

Tratamos pues de una celebración que por cruel e irreverente, no es exportable, puesto que existen multitud de comunidades a lo largo y ancho del globo que no encajan esta forma de "respeto" a los animales.

La última traca de quiénes defienden este acto, es la oportunidad del toro de lidia. Afirman que de no ser por el trato que reciben los toros en la plaza, éstos estarían abocados a su extinción. Nada más lejos de la realidad por cuanto ya está más que demostrado que antes de ahora (antes de una celebración con unos 200 años de vida) ya eran muchos más los ejemplares en sus territorios autóctonos.

Otra aclaración, la UNESCO no protegerá nunca la lidia del toro. En caso, muy improbable, de que Naciones Unidas se involucrase en este debate, y catalogase en alguna de las categorías existentes la mal llamada "fiesta", tan sólo podría avalar la documentación de su evolución histórica. Y de ningún modo existiría aportación económica, sugerencia de la misma para gobiernos nacionales o regionales, reconocimiento oficial de perpetuidad ni nada que se le parezca. Por si no lo sabían, su propia regulación se lo impide.

Así pues, quiénes pretenden alcanzar este escalón de clasificación, por considerarlo la salvaguarda de una tradición, sepan que es un movimiento inútil por cuanto la conservación y observancia de la "fiesta" no corresponde al organismo internacional, sino a sus promotores. Y éstos no podrán de ninguna forma parar la lenta muerte que le espera a esta sanguinaria tradición, curiosamente la misma forma de muerte que ellos le dan al toro.

Va por ustedes.

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