martes, 29 de abril de 2008

Silencio

Cuando a mediados de los noventa, aquellos poco prepárados jóvenes, campábamos en los institutos y en las universidades de toda Europa reclamando mejores accesos al Estado del Bienestar, seguramente no imaginábamos que también nuestras acciones iban encaminadas a alimentar el último de los grandes males del continente.

Recordando las movilizaciones, sobre todo en la ribera del mediterráneo, para que todos, también la población inmigrante, disfrutara de más y mejor educación, de más y mejor sanidad, de más y mejor prestación por desempleo, abandono, horfandad, transportes, cultura, investigación y un larguísimo etc que constituyen los pilares de una Europa moderna, no logro a acertar en que momento nos olvidamos de recordarles también a la clase dirigente que esos avances habían de ser progresivos, yque de ninguna manera, nuestras mejoras... o mejor dicho, nuestros avances pudieran suponer el freno a los demás.

Europa se ha convertido, irracionalmente, en una burbuja casi "paradisíaca" dentro de un mundo loco. Y aunque también aquí se viven desajustes y problemas, es el único lugar del mundo donde tenemos casos como el recién vivido en Austria.

¿Como es posible que nadie nurante dos décadas, ningún vecino si quiera, supiera de la existencia de la situación de la familia de este loco (psicópata) o si alguien lo sabía, nadie dijera nada?

Esto solo es explicable por la existencia de una realidad mayor, que ya es palpable, no sólo en el centro y el norte de Europa, sino cada vez más en los países del sur. No nos gusta la paz ni la calma, no nos gusta ninguna de las dos cosas, lo que nos gusta es el silencio y la ausencia.

Nos hemos acomodado tanto y de una forma tan egoísta (tan psicópata) que en la defensa de nuestro Estado del Bienestar hemos metido también el que los coches callen en el centro de las ciudades, el que la basura se recoja igualmente de noche, el fusilar a las palomas en las plazas porque están superpobladas e incluso a detestar que los niños griten en el parque de al lado de casa.

Nos hemos acomodado tanto y de una forma tan ególatra que nadie se sintió más que sorprendido cuando supo del caso de los niños de Austria. No he oído en las priemras impresiones ni de los vecinos, ni de las autoridades, ni de los cronistas internacionales, más que palabras de asombro.

Solo esa pesada y falsa sorpresa (el hombre se empeña en ponerle nombre a cosas que no existen) pero nada de repulsa, concentraciones de solidaridad, ni de asco, ni siquiera un ápice de autocorrección.

Esto está pasando en los países que tenemos como modelo por su orden y su calidad de vida, así pues se hace más que necesario una reflexión sobre cuales son nuestros modelos.

Si abandonamos, por acción u omisión de acción, la cercanía con las personas, la ausencia de las distancias, el carácter fuerte pero entregado, es decir, la forma de ser del mediterráneo, no haremos más que parecernos a quienes se "asombran" y siguen con sus vidas.

Y lo diré bien claro, prefiero mil veces una jauría de niños gritando en el parque, que el mejor parque diseñado por el mejor arquitecto. Prefiero mil veces un patio de marujas hablando de la Pantoja o de la Jurado que una esclaera oscura y siniestra donde no te den ni los buenos días. Prefiero mil veces un vinilo de Sabina a la colección completa del jodido Karajan y su Deuchte Gramofon.

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