domingo, 5 de abril de 2009

Santa

La santidad vista desde el prisma del ascetismo no deja de ser algo digno de admirar. La capacidad del sacrificio, la bondad a pie de calle, la desmesurada pasión en la atención a los demás... seamos pues todos algo de santos.

Pero lo de esta fechas no es santidad, ni devoción, ni ascetismo, ni nada que se le parezca en la mayoría de los casos. Tenemos por una parte una manifestación cultural que bien entendida produce una serie de puestos de trabajo y por otra la tradición pura y viva de un hecho religioso que no estorba ni molesta sino que enriquece y embellece, y hasta ahí bien.

Pero vayamos un poco más allá. Esta semana junto con la de navidad son las del "do" de pecho de pecho de la Iglesia Católica y no vaya a pensar nadie que los obispos iban a dejar pasar la ocasión para hacerse de notar. Quisieron sacar la campaña en contra de la Ley de plazos de interrupción voluntaria del embarazo en los preliminares de la semana santa y se les ha jodido en invento, por dos verdades muy grandes. Primera, cuando gobernaban sus amigotes no dijeron ni pío sobre los más de medio millón de abortos que se registraron en nuestro país y 2- Las cofradías son un conglomerado heterogéneo de mentes, principalmente de los sustratos más humildes de la sociedad (dile tu a un señorito que haga de costalero) y no van a tragar con que ademas de sacarle los cuartos les politicen la fiesta que vienen esperando todo el año (con tofo el derecho del mundo).

La imagen deja un poso para ser repensada, pero no me quiero detener ahí. Los medios de comunicación, en un aire desconcertante de responsabilidad, han manifestado su contrariedad por este mensaje del amigo Rouco (unido al "No to the condom" del Rata-zinger) con amplia programación en todos los soportes sobre áfrica, la eterna olvidada.

Y ahí tenemos las dos imágenes, la de los que engordan sus barrigas y la de los que mueren. La de los que predican muerte y la de los que mueren. La de los que siguen usando a beneficio propio la bondad de los demás y la de quienes, conscientes de su futuro, solo pueden esperar que al término no sufran.

No son los santos los nazarenos, ni las manolas, ni los costaleros, ni los curas, ni la mierda de obispos que tenemos en este país. Los santos son los millones de pobres que hemos y estamos generando en África, a la que le robamos los diamantes y le damos armas, a la que le robamos los huérfanos y le negamos los tratamientos contra el SIDA.

Ellos son los santos, y si tengo que rezar un día, será por ellos.

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